Victimismo
Hay básicamente dos maneras de abordar un fracaso profesional, familiar, afectivo, o del tipo que sea. La primera es asumir la propia culpa y sacar conclusiones que puedan llevarnos a aprender de ese contratiempo.
Hay básicamente dos maneras de abordar un fracaso profesional, familiar, afectivo, o del tipo que sea. La primera es asumir la propia culpa y sacar conclusiones que puedan llevarnos a aprender de ese contratiempo.
E.M.Gray escribió hace unos años un ensayo bastante famoso, que tituló "The Common Denominator of Success": El común denominador del éxito. Lo hizo después de dedicar mucho tiempo a estudiar qué era lo común a las personas que tenían éxito en su trabajo.
Escuchaba por estos días en la radio uno de los programas noticiosos y de opinión más reputados de mi país, que hacía un ‘break' en sus informes para hablar de una conferencia que en los días siguientes daría un médico sobre el poder de curación de la mente, o algo similar.
Hay muchos católicos que, de una forma u otra, están a la espera de la implacable persecución institucional que avanza hacia nosotros a menos que derrotemos a la izquierda laicista, a saber: esa bestia destructora de la familia y alimentadora del Estado que se llama Revolución Sexual.
Dios nos prueba como el oro en el crisol, hay que fundirse para brillar, ¿realmente es necesario pasar por la vida con tantas pruebas, por tantos desencantos?, ¿la vida no sería más bella y más amable sin tantos contratiempos?
Habiendo abolido las desigualdades eclesiásticas y aristocráticas, el proceso revolucionario pretendía, en su tercera fase, derribar lo que quedaba en el campo social y económico. Y sus consecuencias todavía se sienten en todo el orbe.
Mucho se ha hablado en los últimos tiempos acerca de las amenazas de todo tipo que rodean a la barca de la Santa Iglesia, en las aguas cada vez más procelosas de este mundo. Son reales, de ello no cabe la menor duda.
El Miércoles de Ceniza inicia a los cuarenta días previos a la Semana Santa. Las lecturas realizadas durante la Santa Misa nos hablan de la necesidad del ayuno y la penitencia como medio para combatir mejor los vicios, mortificando el cuerpo y permitiendo la elevación de la mente a Dios.
Vino a llenar un vacío ideológico y afectivo en la gran mayoría de pueblos que se quedaron sin dueño, sin amo, sin patrón...sin padre. Las guerras civiles ultimaron a balazos muchos viejos y legendarios patriarcas hijos y nietos de los que patrocinaron en Iberoamérica la independencia.
Muchos se preguntarán "a ver, qué es eso del Purgatorio", y tal vez lleguen a pensar que es un invento de los curas o una creencia de la gente de antes, pasada de moda. Si hay alguno que no cree en estas cosas le diremos que allá él, pero que sepa que algún día podrá enterarse por sí mismo..
La paz es la tranquilidad, pero no una tranquilidad cualquiera. San Agustín nos enseña que "la paz es la tranquilidad del orden". Es decir: sólo donde hay orden es que hay verdadera paz.
Porque todo hombre guarda en lo más hondo de su ser el deseo invencible de ser bueno Difícilmente puede hallarse una pregunta de mayor interés: Si hace el mal es porque le deslumbra la partecilla de bien con la que el mal se reviste.
No aceptando el aspecto físico que Dios les dio, resuelven cambiarlo, o con costosas, riesgosas y anti-naturales cirugías plásticas que dejan un huella notoria en el rostro -a veces grotescas pero socialmente admitidas- o con esas monstruosidades que estamos viendo a diario por toda parte.
No es acaso reprobable la conducta de muchos gobernantes de este mundo como causantes y responsables de tantas atrocidades, asesinatos, tragedias, injusticias, guerras, pobreza y miseria, que han convertido la Tierra en un infierno bajo sus malos gobiernos, sembrando el miedo, el terror y el pánico
"Puedes comer de todos los árboles que hay en el jardín, 17 exceptuando únicamente el árbol del conocimiento del bien y del mal. De él no deberás comer, porque el día que lo hagas quedarás sujeto a la muerte". (Gn 2,16-17)
El Evangelio tiene un cierto sabor a final de los tiempos. Confieso que cada vez escucho a más personas preocupadas con este tema, por lo que creo conveniente hablar de esto. Vivimos una época con signos que recuerdan a diversas profecías actuales y pasadas.
Cuando a la mujer se le anima al sexo por el sexo, o a que se comporte como hombre en el terreno de los afectos, queda al descubierto su vulnerabilidad. Es, por decirlo así, más sexo débil. Controla menos. Quizás lo niegue, pero íntimamente lo sabe. La feminidad terminará por aparecer.
Esos que consiguieron acabar con su vida en la cruz, pero no con su Espíritu, son los mismos que hoy afirman sin ningún reparo: "Si Dios no existe, todo está permitido".
Ya no me asombra las envestidas de la izquierda radical contra la reforma de la Reforma de la Ley del aborto que quiere impulsar el nuevo gobierno de Rajoy, aquella que el gobierno Zapatero forzó más allá del sentir de la mayoría.
Vivimos en una sociedad marcada por un clima de irritación y confrontación. Todos los días estamos expuestos al odio, a las agresiones, a la violencia, a las faltas de respeto y a las expresiones vulgares.
Cuando ponemos un freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, dominamos todo su cuerpo. Lo mismo sucede con los barcos: por grandes que sean y a pesar de la violencia de los vientos, mediante un pequeño timón, son dirigidos adonde quiere el piloto.
Hasta hace no mucho tiempo se podía leer en muchos bares un cartel en el que ponía que estaba prohibido blasfemar en ese establecimiento bajo multa de 100 pesetas. Eso es algo que ya ha desaparecido y sólo queda en el recuerdo, pero la mala costumbre de proferir blasfemias no.
Siembra odios y cosecharás tempestades, humanas. Y la historia del hombre está llena de esos casos. Y en ellos se ataca a otros, por razones desde familiares, de clase social, raciales, y hasta religiosas y políticas. Sucede a todos los niveles.
La Biblia habla mucho del agradecimiento, y también de la falta de él. Dios nos conoce y nos diseñó de tal manera que podamos prosperar si somos humildes, íntegros y agradecidos. No podemos tener comunión con Él cuando somos arrogantes, deshonestos y desagradecidos.
Luego del “quiero ser santo” traducido como “quiero hacer la voluntad de Dios”, es necesario visualizar con claridad al enemigo. Estamos en un combate (Job 7,1), y no hay combate sin adversario, y no hay adversario capaz de ser vencido sino es conocido
Comenzar algo siempre nos llena de entusiasmo. Un nuevo trabajo, un nuevo proyecto, una nueva relación trae consigo esperanzas y expectativas. En realidad poner “la primera piedra” de un edificio es relativamente sencillo. Pero poner “la última piedra” no es tan fácil.
Como se ha repetido hasta la saciedad es una época llena de desconciertos y paradojas. Rica en medios, pobre en fines. Muchas personas, aunque no carezcan de las cosas materiales necesarias, se sienten más solas, abandonadas a su suerte, sin lazos de apoyo afectivo.
"No hay nadie peor que el avaro consigo mismo, y ese es el justo pago de su maldad": Jacob Mathan. La avaricia es el afán o deseo desordenado y excesivo de poseer riquezas para atesorarlas. La codicia, por su parte, es el afán excesivo de riquezas, sin necesidad de querer atesorarlas.
“El Hijo de Dios, en su encarnación, nos invitó a la revolución de la ternura”[1]: el papa Francisco muestra que, en el misterio de Cristo, los signos manifiestan la ternura de Dios. Y san Ignacio de Antioquía dice que al Señor se le conoce en su silencio.
En el Evangelio de Lucas (9,62) nos dice el Señor: "Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios". Mirar hacia atrás, es lo que repudia el Señor.
La celebración de la Navidad no nos propone sólo ejemplos a imitar, como la humildad y la pobreza del Señor, su benevolencia y amor hacia los hombres; sino que es más bien una invitación a dejarnos transformar totalmente por Aquel que ha entrado en nuestra carne (Benedicto XVI)
"El amigo fiel es seguro refugio, el que le encuentra, ha encontrado un tesoro. El amigo fiel no tiene precio, no hay peso que mida su valor. El amigo fiel es remedio de vida, los que temen al Señor le encontrarán. (Eclesiástico (Sirácida) (SBJ) 6, 14-16)
Hoy, en la conmemoración de los Fieles Difuntos, rezamos por ellos, por nosotros, pero nos queda siempre presente la misma pregunta:¿Y después de la muerte, qué? Las respuestas pueden ser muchas. Si las intentamos reducir a lo esencial, nos encontramos con tres respuestas fundamentales.
En el lenguaje cristiano se refiere a la venida de Jesucristo. La liturgia de la Iglesia da el nombre de Adviento a las cuatro semanas que preceden a la Navidad, como una oportunidad para prepararnos en la esperanza y en el arrepentimiento para la llegada del Señor.
Los fantasmas no existen. Pero a veces les damos tanta importancia, les hacemos tanto caso, que un fantasma puede tener más “cuerpo” y más “realidad” que las cosas verdaderas y concretas que forman parte de nuestra vida.