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Dafrosa de Roma, Santa


2010-01-04

 Fuente: Archidiócesis de Madrid

Dafrosa de Roma, Santa

Viuda y Mártir

Mujer fuerte, cristiana de cuerpo entero. Esposa y madre de familia que tiene bien grabado en su alma el principio y fin de su estado y su función: ganar el cielo para ella y para los suyos. Sí, es como si la vida consistiera en un desbaratarse en el ámbito del Amor.

Primero a su marido y a sus hijos, luego al prójimo restante y al mundo, todo en el amplio ámbito de Dios que da sentido a los amores, sanos y nobles, pero con minúscula.

Y como el amor lleva a darse en búsqueda del bien de quien se ama, ahí la vemos dejando su casa en Sevilla y emigrando a la cabeza del Imperio con toda su familia a la búsqueda de un bienestar mejor. Porque era española y sevillana, de los de siempre, aún antes de que se llamaran andaluces o existiera la Giralda y antes de que fueran sus señales el toro, el albero, los palillos, el faralai y el �`ozú ¡que caló!.

Su marido Flaviano, muere mártir en Roma. Por estar casada con un cristiano irreductible ella es condenada al destierro. A su vuelta el prefecto Aproniano la encarcela porque sigue aferrada a su principio de no sacrificar y casi enferma de hambre. El prefecto prepara las cosas para recasarla con un tal Fausto con la esperanza de que la obligue a cambiar; pero resulta el cazador casado, porque Dafrosa lo instruye en la fe cristiana, lo bautiza el presbítero Juan y acaba muriendo mártir. Como su cuerpo fue expuesto a los perros, por la noche lo recoge Dafrosa y le da sepultura cristiana. Esto la llevó definitivamente al martirio, el 4 de Enero del 362, cuando era ya único emperador Juliano.

Encantador relato que realza la entereza y la actuación, desde la feminidad, de esta mujer cristiana cabal ¿verdad? Se conocen los hechos -posiblemente agrandados en los siglos y en la distancia- por el historiador hagiógrafo hispalense Antonio Quintana quien a su vez los retoma de Pedro Julián. Cuando se narra la vida y muerte de Dafrosa se habla de toda una familia mártir 

- también se afirma que sus hijas Demetria y Bibiana murieron mártires en Roma, en el 362- cuya fuente impulsora es la madre, firme, fuerte y muy capaz.

Es curioso ver en la historia el papel de los aduladores del que manda. No fue precisamente el tiempo de Juliano uno de los que se caractericen por violenta persecución. El Apóstata sólo estuvo preocupado por la restauración en el Imperio del paganismo como religión oficial, al tiempo que mejoraba la administración e impulsaba la economía. Juliano no quiso mártires, sólo paganos. Pero, bien fuera por adulación, bien por odio a la fe, dicen que el prefecto Aproniano llevó esta familia a la muerte porque eran seguidores cabales del judío Cristo, el Señor.

Ángela de Foligno, Beata

Terciaria Franciscana

Le toca vivir una época en que Federico II estaba en guerra con el papado, el cual tenía poder temporal. Su ciudad, Foligno, favorecía al emperador y era anticlerical.

Muy probablemente este espíritu se respiraba en el hogar de Angela quien dirá después que en su madre encontraba gran obstáculo para la conversión. Era también tiempo de cruzadas. Pero ya comienza a vislumbrarse el Renacimiento con sus buenas y malas características. El hombre siente ser centro de todo y se aleja de Dios.

Ella conoció esta tirantez muy de cerca. Fue pecadora en un principio pero terminó su vida santa. Nace muy acomodada y se apega a las riquezas no solo de niña sino también ya como mujer casada y con varios hijos. Mas tarde lo confesará muy arrepentida.

Sin embargo, hacia el año 1285, Foligno está bajo el Papa. Ángela esta en sus treinta y por fin, los pecados de su juventud comienzan a producirle dolor en el corazón.

Es entonces que pierde a su madre, a su marido y a sus hijos. Busca entonces a Dios, pero al principio sin apartarse del todo del pecado. Hace comuniones sacrílegas ya que no está dispuesta aun a confesar sinceramente sus pecados. Pero entra en lucha interior.

Vive cerca de Asís y el ejemplo de Francisco le reta. Un día en que se encontraba atormentada por remordimientos de conciencia, pidió a san Francisco que le sacara de aquellas torturas. Poco después entró en la iglesia de San Feliciano mientras predicaba un franciscano. Se sintió tan conmovida que, al bajar el predicador, se postró ante su confesionario, y, con gran compunción, hizo confesión general de toda su vida, quedando muy consolada. Era el año 1285.

Del fraile, llamado Arnaldo, poco se conoce pero sabemos que pasó a ser su confesor, su director y su confidente espiritual. Gracias a sus cartas conocemos a la beata Ángela. Se trata del "Memorial de fray Arnaldo", tesoro de teología espiritual que nos lleva hasta el año 1296, en que se consuman sus admirables ascensiones hasta la contemplación del misterio de la Santísima Trinidad. Tiene muchas visiones místicas las cuales ella confiesa que no se pueden explicar adecuadamente con nuestros conceptos humanos.

Ella enseña que todos los cristianos deben intentar subir la cuesta de la montaña espiritual; todos están llamados a ejercitarse en la vida ascética, mediante la posesión de las virtudes cristianas y la práctica de la perfección.

Hay entrar en la ascética y la mística siendo las dos mitades, inicial y terminal respectivamente, de una misma vida espiritual. �Y que nadie se excuse con que no tiene ni puede hallar la divina gracia, pues Dios, que es liberalísimo, con mano igualmente pródiga la da a todos cuantos la buscan y desean�.

Escribió sobre el laborioso proceso de su conversión, desde que comenzó a sentir la gravedad de sus pecados y el miedo de condenarse hasta el momento en que al oír hablar de Dios se sentía presa de tal estremecimiento de amor, que aun cuando alguien suspendiera sobre su cabeza una espada, no podía evitar los movimientos.

Además de la Autobiografía tomada por fray Arnaldo, se le atribuyen a la beata unas exhortaciones, algunas epístolas y un testamento espiritual.

Espiritualidad de la Cruz

La espiritualidad de Angela ofrece modalidades nuevas, dentro de lo franciscano; pues mientras el cristocentrismo de la escuela franciscana, en general, se orienta hacia la Encarnación, para la beata Ángela todo gira en torno a la cruz. La pasión y muerte de Cristo es la demostración más grande de amor que el Hijo de Dios ha podido dar a los hombres. Cristo desde la cruz es el Libro de la Vida, como lo llama ella, en el cual debe leer todo aquel que quiera encontrar a Dios.

Sobre la cruz escribe �En esta contemplación de la cruz ardía en tal fuego de amor y de compasión que, estando junto a la cruz, tomé el propósito de despojarme de todas las cosas, y me consagré enteramente a Cristo.�

La estricta pobreza de espíritu era la señal en que ella descubre los verdaderos discípulos de Cristo. Muchos se profesan de palabra seguidores de Cristo; pero en realidad y de hecho abominan de Cristo y de su pobreza.

El Corazón de Jesús

Junto a la cruz, la beata Ángela aprendió a ser la gran confidente del Sagrado Corazón de Jesús, siglos antes que santa Margarita María recibiera los divinos mensajes. �Un día en que yo contemplaba un crucifijo, fui de repente penetrada de un amor tan ardiente hacia el Sagrado Corazón de Jesús, que lo sentía en todos mis miembros. Produjo en mí ese sentimiento delicioso el ver que el Salvador abrazaba mi alma con sus dos brazos desclavados de la cruz. Parecióme también en la dulzura indecible de aquel abrazo divino que mi alma entraba en el Corazón de Jesús.� Otras veces se le aparecía el Sagrado Corazón para invitarla a que acercase los labios a su costado y bebiese de la sangre que de él manaba. Abrasada en este amor, experimentaba deseos de padecer martirio por Cristo.

La Eucaristía

Ella comprendió que el amor que Cristo crucificado se perpetúa en la Santa Misa. Era pues devotísima a la Eucaristía. Tuvo muchas visiones en el momento de la consagración, o durante la adoración de la sagrada Hostia.

Siete consideraciones dedica a la ponderación de los beneficios que en este sacramento se encierran. El cristiano debe acercarse con frecuencia a este sacramento, seguro de que, si medita en el grande amor que en él se contiene, sentirá inmediatamente transformada su alma en ese mismo divino amor. Exhorta a que nos hagamos, como preparación, las siguientes consideraciones: ¿A quién se acerca? ¿Quién es el que se acerca? ¿En qué condiciones y por qué motivos se acerca?

Muere en las últimas horas del 4 de enero de 1309, rodeada de sus hijos espirituales. Su cuerpo fue sepultado en la iglesia del convento franciscano de Foligno y pronto desde allí se manifestaron muchos milagros. El papa Clemente XI aprobó el culto el 30 de abril de 1707.

Isabel Ana Bayley, Santa

Fundadora

Nace Isabel Ana en Nueva York el 28 de agosto de 1774. Crece en el seno de la iglesia episcopaliana.

Contrae matrimonio con William Seton a la edad de veinte años y llega a tener cinco hijos. El 27 de diciembre de 1803 enviuda.

Años más tarde, el 14 de marzo de 1805 abraza el catolicismo, lo cual supone para ella múltiples pruebas, tanto interiores como exteriores, venidas de los parientes y amigos. Todas las supera con fe, amor y valentía.

Se aplica asiduamente a la vida espiritual. Educa con solicitud a sus hijos y, deseosa de entregarse a la actividad caritativa y educadora.

En 1809 en la diócesis de Baltimore funda el Instituto de Hermanas de la Caridad de San José, renovando la gesta de San Vicente de Paúl y Santa Luisa de Marillac. Dicho Instituto tiene por finalidad la formación de muchachas. Es la primera Congregación religiosa femenina en norteamérica.

Después de su muerte las Hermanas se unen a la Compañía de las Hijas de la Caridad de París, tal como fue su deseo desde los comienzos.

También funda la primera escuela parroquial católica en Estados Unidos.

Muere piadosamente en Emmitsburg, Maryland, el 4 de enero de 1821. Su beatificación tiene lugar el 17 de marzo de 1963, bajo el pontificado de Juan XXIII. El 14 de septiembre de 1975 es canonizada por el papa Pablo VI.

Dos grandes temas marcaron su vida espiritual: la fidelidad a la Iglesia y la eternidad de la gloria.

Es la primera santa de Estados Unidos de América. Su fiesta se celebra en el calendario de la iglesia el 4 de enero.



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