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Carismático líder miliciano abandona Yenín por primera vez en siete años.


2008-07-27

Fathi Natur

 

Ramala, (EFE).- El carismático líder miliciano Zakaria Zubeidi, tras siete años en la clandestinidad en los que sobrevivió a cinco intentos de asesinato, pudo esta semana salir por primera vez de su ciudad natal, Yenín, gracias a una amnistía israelí.

"El sentimiento de libertad es agradable, sobre todo tras siete años en los que he vivido perseguido por Israel, en los que iba disfrazado, dormía poco, estaba constantemente ojo avizor y pasaba mi tiempo de una casa para otra", explicó a Efe en Ramala.

Zubeidi dirigió durante años al brazo armado de Al Fatah, las Brigadas de Mártires de Al Aksa, en la ciudad cisjordana de Yenín, uno de los puntos calientes de los territorios palestinos durante la Segunda Intifada, iniciada en 2000 tras la visita del entonces jefe de la oposición conservadora Ariel Sharon a la Explanada de las Mezquitas, en Jerusalén.

Una segunda revuelta contra la ocupación israelí que cambió su vida, más aún de lo que lo hicieron, cuando todavía era un menor, los cuatro años y medio que pasó en prisión por lanzar cócteles molotov a los soldados israelíes.

Zubeidi, que hoy tiene 33 años, vio morir por fuego del Ejército israelí a uno de sus mejores amigos en 2001.

Un año después, su madre y su hermano Taha perdieron la vida en operaciones militares hebreas, lo que le lanzó con más fuerza que nunca a la resistencia armada.

Su verdadero bautismo de fuego, el que le puso al frente de la milicia de Al Fatah en Yenín, fue la famosa gran operación militar en el campo de refugiados de esa ciudad, en 2002.

En esa ofensiva de nueve días, el Ejército israelí perdió a 23 soldados mientras destrozaba innumerables viviendas, mataba a 52 palestinos e impedía a la Cruz Roja Internacional y a la prensa acceder al lugar.

La segunda Intifada le convirtió ante todo en un mito: sobrevivió a cinco intentos de asesinato por Israel, que le responsabiliza de la organización de atentados suicidas y ataques en carreteras.

Su vida dio un giro de 180 grados el pasado octubre, cuando aceptó un plan israelí de amnistía, junto con otros 23 compañeros de lucha armada.

Zubeidi dejó las armas a cambio de la tranquilidad y fundó un teatro infantil.

Ahora, no puede ocultar su alegría por abandonar Yenín para ir a Ramala para operarse de los ojos, pero admite que ésta se vio empañada en el viaje al ver las interminables colas de palestinos frente a los puestos de control militar israelíes en Cisjordania.

Lamenta asimismo que Israel no le dé todavía plena libertad de movimientos, pues por ahora sólo puede desplazarse a la denominada zona A, los territorios bajo control administrativo y de seguridad de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), según la división establecida en los Acuerdos de Oslo de 1993.

"Espero lograrla cuando Palestina tenga un Estado propio con Jerusalén como capital", dice.

Sin embargo, no todo el mundo está tan contento como Zubeidi con esta primera "excursión".

Tali Fahima, la pacifista israelí judía condenada a tres años de prisión por colaborar con él, ha llegado a calificar a su otrora objeto de admiración de "puta del Shin Bet", los servicios secretos interiores israelíes que antes trabajaban por su exterminación y a los que ahora tuvo que pedir permiso para viajar.

Fahima, a quien se relacionó sentimentalmente con Zubeidi y llegó a asegurar que le protegería con su vida frente a un ataque israelí, no soporta verle "pavoneándose de camino a Ramala, mientras habla de sus placeres privados".

"¡Cómo si la ocupación hubiera acabado y todo estuviera bien!", ironizó Fahima en declaraciones al canal 10 de la televisión israelí.

Aparentemente, Zubeidi ha dejado atrás la lucha armada, aunque siempre recalca que se trata de una decisión táctica para impulsar el actual diálogo de paz que se replantearía si éste fracasa.

Como dijo a Efe en Yenín tras aceptar el trato con Israel: "Yo no me hice combatiente para conseguir una amnistía, sino la libertad y un Estado propio".



AGVR


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