Internacional - Política

Las elecciones británicas agudizan las tensiones territoriales alentadas por el Brexit

2019-12-10

Las verdaderas repercusiones, no obstante, superan los tecnicismos del Acuerdo de Retirada de la UE...

 

LONDRES, 10 Dic. (EUROPA PRESS) -    
Las elecciones generales del 12 de diciembre han activado la impredecible espita de las fricciones territoriales en Reino Unido, planteando a la ciudadanía un dilema de mayor calado constitucional que el monopolio del Brexit, ya que lo que está en juego es la continuidad misma de una unión con implicaciones sustancialmente más profundas que la establecida con el continente hace 46 años.
   
La salida de la Unión Europea en el referéndum de 2016 había iniciado el rompecabezas que atenaza la cohesión británica, con dos demarcaciones que habían replicado el veredicto general --Inglaterra y Gales--, frente a las dos que lo habían rechazado --Escocia e Irlanda del Norte--.  El verdadero problema, sin embargo, vendría a continuación, en forma de una deriva política que durante tres años y medio ha actuado como el caldo de cultivo que ha exacerbado las ansias soberanistas que en la actualidad agitan cimientos constitucionales de más de 300 años de historia.
    
El origen del anhelo es común, pero su transmisión circula por ramales diferentes. En Escocia, es de naturaleza endógena, auspiciado por un Partido Nacional Escocés (SNP, en sus siglas en inglés) que considera el Brexit un vuelco radical de circunstancias que justifica una nueva consulta de independencia. En Irlanda del Norte, por el contrario, el afán de unificación con la república vecina ha sido paradójicamente alentado desde Londres, con una solución para el divorcio de la UE que acentúa las diferencias entre el futuro armazón operativo norirlandés y el del resto de Reino Unido.
   
De esta manera, mientras Inglaterra, único de los cuatro territorios sin parlamento propio, queda partida a la mitad por el desgarramiento provocado por la ruptura con la UE; el nacionalismo galés, pese a su menor presencia en el tejido político, social e institucional, registra un aumento de apoyo paulatino y ve el proceso en curso como el inicio de un movimiento hacia la "construcción de un espíritu de independencia" que la formación Plaid Cymru ('El Partido de Gales', en galés) ha puesto en el centro de su programa electoral.

AVIVAR LA LLAMA SOBERANISTA
   
Como consecuencia, unos comicios convocados para sofocar el fuego del Brexit han acabado avivando la llama soberanista, dejando un serio cuestionamiento de la integración de Reino Unido y alentando una dinámica centrífuga que pone en duda la supervivencia misma de la unión británica. No en vano, la hoguera territorial ha hallado el combustible inflamable ideal en un Partido Conservador tóxico fuera de Inglaterra, especialmente desde la entrada de Boris Johnson en el Número 10.
    
De ahí que la hegemonía que le otorga el consenso demoscópico amenace con alentar todavía más las tensiones, sobre todo, si el primer ministro intenta adoptar una impostada actitud de sordera institucional ante reivindicaciones que, como 'premier', está obligado a resolver como lo que son: demandas específicas que responden a factores concretos que han confluido en su diversidad a través del crisol del Brexit.
IRLANDA DEL NORTE, EN LA ENCRUCIJADA
    
Como prueba está Irlanda del Norte, a su pesar, la gran protagonista del divorcio comunitario. Tras pasar prácticamente desapercibida durante la campaña del referéndum, acabó encarnando el dilema sobre cómo adquirir independencia comercial, sin desencadenar la reinstauración de una frontera dura con la República de Irlanda, la única linde terrestre que los británicos compartirán con la UE una vez consumada la salida.
    
A diferencia de su antecesora, Theresa May, unionista antes que conservadora, Johnson priorizó el pragmatismo político y, para romper el bloqueo, admitió una barrera aduanera con Gran Bretaña (Inglaterra, Escocia y Gales): Irlanda del Norte tendrá que seguir las reglas arancelarias comunitarias y sus protocolos regulatorios en materia de alimentación, agricultura y bienes industriales; a pesar de estar, en la práctica, integrada en el territorio aduanero de Reino Unido post-Brexit.
    
Las verdaderas repercusiones, no obstante, superan los tecnicismos del Acuerdo de Retirada de la UE y afectan a conceptos difíciles de delimitar, como la identidad, el sentimiento de pertenencia, o el peso de la historia. Fue por ello que el primer deber asumido al inicio de las conversaciones de la ruptura prometiese respetar la letra y el espíritu de los Acuerdos de Viernes Santo, que en 1998 habían establecido el proceso de paz, el mismo motivo por el que Bruselas siempre consideró esta línea roja innegociable.
   
La feble estabilidad en una sociedad que aún trata de cicatrizar décadas de guerra civil y actividad paramilitar se entremezcla con el debate político sobre la unificación de la isla. El Brexit formulado por Johnson hará que Irlanda del Norte se parezca más a su vecino del sur que al resto de Reino Unido, lo que podría alterar el delicado equilibrio de poderes y decantar la balanza, incluso en la representación en Westminster, a favor de quienes anhelan incorporarse a la república.

ESCOCIA
    
Similarmente, el resultado del jueves tendrá un profundo impacto en Escocia, sobre todo, porque la hegemonía que los sondeos anticipan para Boris Johnson amenaza con polarizar todavía más la desafección hacia Londres. Los nacionalistas, que gobiernan desde 2007, confían en reeditar una gesta como la de las generales de 2015, cuando habían recabado 56 de los 59 escaños en juego, apenas ocho meses después del rechazo a la independencia.
    
Su marcada defensa de la continuidad en la UE, apoyada por el electorado escocés en un 62 por ciento, junto a la animadversión que provoca la salida comunitaria han dado alas no solo a sus expectativas para este 12 de diciembre, sino a los argumentos empleados para legitimar un nuevo referéndum soberanista: si el riesgo de perder el vínculo con Bruselas había disuadido a un importante segmento de la ciudadanía de apostar por la secesión, los escoceses acabarán viendo cómo el electorado inglés los fuerza al exilio forzoso.
    
Por todo, el SNP sabrá cómo dar una lectura positiva a cualquier mapa electoral que deje la votación del jueves: en ausencia de mayorías, el plebiscito sería el precio a su apoyo por respaldar a una administración laborista en Downing Street; mientras que una victoria cómoda para los 'tories' reforzaría su munición ante la ofensiva pro-independencia que prevé desplegar ante los comicios esperados en Escocia en 2021, a los que prevé concurrir con la promesa de una nueva consulta como argumento principal.



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