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La paz fallida de Versalles y sus consecuencias para Alemania

2014-07-31

Clemenceau, conocido como

Por Andreas Hoenig (dpa)

Berlín, 31 jul (dpa) - "¡Hagan entrar a los alemanes!", ordenó en el pomposo Salón de los Espejos del Palacio de Versalles el primer ministro francés Georges Clemenceau. A continuación ingresaron en el recinto el ministro germano de Exteriores Hermann Müller y el ministro de Transporte Johannes Bell.

Los dos civiles rubricaron el tratado de paz que selló el final definitivo de la Primera Guerra Mundial y deparó a Alemania una enorme carga. Poco después eran escoltados a la salida "como prisioneros en el banquillo de acusados", describió la escena un testigo, el diplomático británico Harold Nicholson.

El lugar tenía un alto contenido simbólico. En el mismo salón, el canciller alemán Otto von Bismarck proclamó en 1871 emperador alemán al rey Guillermo de Prusia tras ganar la guerra francoprusiana. "Esta vergüenza fue borrada al ser obligado el derrotado imperio alemán a firmar un tratado de paz draconiano precisamente en este lugar", señala el historiador germano Eberhard Kolb.

Clemenceau, conocido como "El Tigre", dijo que había llegado "la hora del gran ajuste de cuentas" cuando entregó a la delegación alemana el 7 de mayo de 1919 las condiciones para firmar la paz, relató el periodista y testigo Friedrich Stampfer.

"Se exige de nosotros que aceptemos ser los únicos culpables de la guerra y una confesión como ésta sería un mentira en mis labios", había espetado al recibir las condiciones el conde Ulrich Brockdorff-Rantzau, que renunció poco después al cargo de ministro del Exterior para ser sucedido por Hermann Müller.

El famoso artículo 231 del Tratado de Versalles atribuía a Alemania la completa responsabilidad por la guerra y exigía reparación. En 1920 fueron fijadas las reparaciones de 269.000 millones de marcos de oro pagaderos en cuotas anuales durante 42 años.

A ello se sumaron las grandes pérdidas de territorio. Alsacia y Lorena fueron devueltas a Francia. Casi toda la Prusia Occidental, parte de Pomerania, la provincia de Poznan y partes de la Alta Silesia fueron adjudicadas a Polonia.

La ciudad portuaria de Danzig (Gdansk), a orillas del Báltico, fue declarada ciudad libre bajo la égida de la Liga de las Naciones, fundada para asegurar la paz. El Sarre también quedó a cargo del nuevo organismo internacional por un periodo de 15 años y se permitió a Francia usufructuar su rendimiento económico.

Alemania perdió todas sus colonias. El Ejército profesional fue limitado a 100.000 hombres y se le prohibió poseer o fabricar armas pesadas como submarinos, tanques y buques de guerra.

Versalles tenía la misión de abrir una nueva era para Europa después de tantos años de sangrientas batallas y eternos combates de trinchera. El entonces presidente de Estados Unidos, Thomas Woodrow Wilson, había proclamado como objetivo "el imperio del derecho".

Pero especialmente Francia se había propuesto debilitar lo más posible a Alemania para reducir los peligros de una nueva conflagración con sus vecinos y se impuso en muchos de sus reclamos.

La población de Alemania reaccionó indignada cuando se dieron a conocer las condiciones de la paz. La gente lo tomó como un "dictado" y una humillación. La República de Weimar, que sucedió al emperador Guillermo, obligado a abdicar, se propuso como principal objetivo la revisión del draconiano tratado.

A diferencia del congreso de Viena de 1814/1815, donde la derrotada Francia de Napoleón tuvo voz en las negociaciones, Alemania no fue consultada y debió aceptar las condiciones.     Noventa años más tarde, el ex secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger afirmaba que cualquier sistema internacional solo puede funcionar si está basado en dos elementos decisivos: el equilibrio de fuerzas y el sentimiento de legitimidad.

Para los alemanes, por el contrario, las demandas de reparación y el artículo que los culpaba representaban "una humillación colectiva", como lo describió el historiador alemán Herfried Münkler. "En la República de Weimar se opusieron a ello no solo los partidos de derecha, sino también el centro e incluso el Partido Comunista".

A ello se sumaron los efectos de la pérdida de la cuenca del Ruhr en 1923 por la demora en el pago de reparaciones y la hiperinflación. "Por ello se puede decir que la aprobación por parte de muchos alemanes al Partido Nacionalsocialista resultó de las heridas a la identidad colectiva y personal que tuvieron su base en Versalles".

El tratado "dio a los alemanes la sensación de estarles quitando no sólo el pasado y el presente, sino también el futuro", señala el historiador Hans-Christof Kraus. "Muchos, pero no todos los alemanes, reaccionaron con odio y rencor. Afloró la necesidad de revancha y esto llevó a la radicalización política".

"Versalles" fue un argumento empleado desde 1919, especialmente por Adolf Hitler y el ascendente nacionasocialismo. "Hoy se puede dar por seguro que 'Versalles' fue como poco un factor condicionante para el estallido de la Segunda Guerra Mundial", afirma Kraus.



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